En Cartagena, desde mediados de 1999 y hasta pocos años después, era motivo de orgullo, para muchas personas, que se les rotulara con el título de veedor. Eran los días en los que tirios y troyanos reconocían la labor de un puñado de dirigentes cívicos que dedicaban parte de su tiempo a promover el control social a los entes estatales, y hasta se atrevían a enfrentar, con las herramientas que les dio la Constitución del 91, a funcionarios venales y políticos corruptos.
Con el paso del tiempo, no obstante, varios de ellos desviaron el camino al ocurrírseles, de manera equivocada, que los mismos que alababan su valentía y compromiso ciudadano podrían elegirlos -por qué no - concejales o hasta alcaldes.
Más tarde, tras mirarse en el espejo de ciertos concejales y varios periodistas, a otros se les ocurrió que investigar supuestas irregularidades y sacar provecho económico de ello podía ser el negocio de sus vidas. Y, en efecto, muchos de ellos se 'graduaron' de veedores y montaron sus propias 'veedurías' como quien edifica una empresa.
El legislador, entonces, conocedor de un fenómeno que se dio no solo en Cartagena sino también, aunque en menor medida, en otras capitales del país, expidió la Ley 850 de 2003 que reglamentó el ejercicio de las veedurías.
Pero -a pesar de ello - las defensas impuestas a buena hora en la llamada Ley de Veedurías fueron y son burladas por aquellos que, más que cualquier otro, deben cumplir la Ley: aunque la norma determina de manera clara y precisa que los veedores deben ser elegidos y las veedurías deben conformarse únicamente para vigilar determinado proyecto, obra o programa, y solamente durante el tiempo de la ejecución de estas, comenzaron a surgir y multiplicarse, como conejos, los autoproclamados veedores, y a proliferar las veedurías de bolsillo que pretenden vigilar absolutamente todo y sin término definido.
Y lo que resultó siendo más grave, según denunció a través de este portal el líder cívico Mario Salvador Andrade, hoy "muchos de los llamados veedores se dedican es a extorsionar a los funcionarios públicos" (Ver Las veedurías en Cartagena…)
Por ello él, al igual que otros dirigentes que, en su momento, promovieron el ejercicio del control social, advierte que no es un veedor, y que la organización que representa no es una veeduría.